Ubicado en pleno centro de Santiago, en la cumbre del San Cristóbal, el Observatorio Manuel Foster recibió a alumnos del Colegio San Ignacio de Loyola de Illapel, quienes vieron in situ cómo se estudiaba el cielo hace un siglo.
Para entender el progreso del estudio de la Astronomía es bueno mirar un poco atrás y ver cómo se observaba el espacio en el pasado reciente. Ese viaje en el tiempo lo vivieron los estudiantes del Colegio San Ignacio de Loyola de Illapel que visitaron el centenario Observatorio Manuel Foster, con un equipo del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines, CATA.
Estas instalaciones a cargo de la Universidad Católica, ubicadas en la cumbre del cerro San Cristóbal, datan del año 1903 y su principal objetivo fue elaborar un catálogo de velocidades radiales de estrellas brillantes del hemisferio sur. Fue parte de los nueve telescopios más grandes del mundo, por lo que sus hallazgos revistieron gran importancia histórica para el desarrollo no solo de la astronomía nacional, sino también, mundial.
“Uno de los pilares de la operación actual del observatorio es el educativo. Intentamos integrar su historia y la misión científica que ha tenido a lo largo de los años en el currículum educacional. Este colegio lo invitamos dentro de nuestro programa de gratuidades, porque parte de la misión del observatorio y de la universidad también tiene que ver con la responsabilidad social. Por lo mismo, creemos fundamental que accedan a este espacio colegios para conocer un poco más acerca de la astronomía que se ha hecho desde hace más de 100 años en este país. Este lugar fue el primero que actuó en tándem con observatorios del hemisferio norte para complementar observaciones que se hicieron allá y hasta el último día que funcionó no cambió significativamente su modelo de operación”, comenta Simón Ángel, Director Científico del Observatorio Manuel Foster.
Así los estudiantes de tercero y cuarto medio de este recinto educacional recorrieron su cúpula y vieron el centenario telescopio con un espejo primario de 93 cm de diámetro que pesa 252 kg, que ya ni se compara a otros instrumentos más modernos con lentes de más de 40 metros.
El recorrido lo realizó Martina Cornejo, estudiante de Astronomía de la Universidad Católica, quien les mostró componentes que datan de principios del siglo XX, incluido un instrumento que muestra la velocidad a la que rota la tierra y que permite al telescopio sincronizarse con ese movimiento para poder observar los cuerpos estelares. Al tiempo, que les explicó el proceso que implica estudiar para convertirse en astrónoma.
“Estoy muy contenta de estar acá, porque, en verdad, muchas mujeres dudamos sobre estudiar una carrera de ciencias por la dificultad y por los estigmas que se tiene en contra nuestra. Entonces, encuentro excelente que hagan este tipo de actividades para que se pueda conversar con una persona, una mujer, que ya sabe del tema”, comenta Eizinge Godoy, alumna del Colegio San Ignacio de Loyola.
Precisamente algunas de esas sensaciones, como la igualdad de oportunidades en el campo científico, son las que buscan despertar los profesores que participan de estas actividades organizadas por el CATA.
“Además, la idea es proyectar a niños y niñas en carreras universitarias que salgan un poco de lo tradicional. En comunas tan pequeñas como Illapel lo que llama la atención es estudiar medicina, ser abogado o profesiones similares. Entonces, buscamos proyectarlos también a una vocación más bien vinculada a la física, en este caso, o carreras científicas en general. Agradecemos al CATA esta oportunidad porque nos ayuda a fomentar la curiosidad y que vean que la astronomía en Chile tiene un excelente desarrollo, que hay muy buenos investigadores y que nuestro país está a la vanguardia del desarrollo astronómico. Según tengo entendido los astrónomos en Chile tienen derecho al 10% del uso de los más telescopios más importantes del mundo y eso es un privilegio. Que vean que se puedan proyectar y también sean personas que generen conocimiento”, explica Katherine Sierra, profesora de Matemática y Física del Colegio San Ignacio de Loyola.
Para los alumnos fue una experiencia sumamente atractiva, más cuando no tenían idea de que en la cumbre del San Cristóbal estaba esta maravilla histórica.
“Cuando uno ve fotos o videos de los telescopios de ahora se ven cosas gigantes, pero estar en este lugar es como viajar en el tiempo. Es genial como se mueve la cúpula con una manivela o ver cómo los científicos lograban ver cosas con instrumentos que parecen tan básicos. Ha sido súper entretenido”, detalla Benjamín Ceballos, de tercero medio del Colegio San Ignacio de Loyola de Illapel.
El telescopio del Observatorio Manuel Foster ha sido intervenido de manera mínima en el transcurso de los años y se encuentra en las mismas condiciones de hace más de un siglo, lo que lo convierte en algo único en Sudamérica. En 2010, fue declarado Monumento Nacional en la categoría de Monumento Histórico.
Si bien fue disminuyendo su trabajo de observación con los años, encontró un nicho permitiendo, en una primera etapa, visitas a público en paralelo a las investigaciones científicas. En 1986 recibió a cientos de personas que llegaron a ver el cometa Halley y, un año después, la supernova 1987a, la más cercana a la Tierra de los últimos tres siglos. Finalmente, la construcción de modernos centros en el norte del país y la creciente contaminación lumínica de la capital que complica la observación del cielo, llevó a cerrarlo en 1995.
Desde junio de 2022 el Observatorio Manuel Foster está abierto al público y se pueden coordinar visitas diurnas y nocturnas en https://astro.uc.cl/observatorio-foster/.