Millarca Valenzuela y Cristina Dorador hicieron un pequeño espacio en sus investigaciones para plasmar las temáticas de los meteoritos y los microorganismos en sus respectivos libros, que ofrecen una amena y entretenida manera de acercarse a estas temáticas.
Hay un creciente interés de la personas “de a pie”, como se dice coloquialmente, por acercarse a la ciencia y satisfacer su curiosidad sobre distintos tópicos científicos. Pero ese camino puede enfrentar algunas dificultades. Por un lado, no es fácil explicar con lenguaje ameno y más entendible temáticas que suelen ser más áridas, complejas y abstractas. Asimismo, el interesado puede encontrar un universo de información, principalmente a través de internet y redes sociales; sin embargo, eso no implica que estos datos sean reales por más verosímiles que puedan sonar.
Las investigadoras del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA) Millarca Valenzuela y Cristina Dorador hicieron un espacio en sus labores, para preparar dos libros que acercan a la gente temáticas sumamente interesantes, como son los meteoritos y los microorganismos.
Rocas “cool”
Millarca es Investigadora Asociada del CATA en el área de exoplanetas y astrobiología y se enfoca en la investigación de la formación planetaria a través de la investigación de los meteoritos. Sus estudios incluyen la exploración y caracterización de estructuras de impactos en Chile y el desarrollo de la primera red chilena de cámaras de monitoreo de Fireballs y recuperación de estas rocas.
Mérito de sobra para escribir “Meteoritos, historias entre el cielo y el suelo”, junto al investigador y comunicador Gabriel León.
“La idea original es de Gabriel, no mía. El, mientras estaba sentado en su casa en la playa, vio una estrella fugaz y se acordó que habíamos hablado sobre el tema y se hizo muchas preguntas. Así como, ¿y si cayera uno en este momento acá en Cahuil?, ¿de quién sería?, ¿de dónde viene?, ¿de qué está hecho? Entonces, me contactó para hacer un libro de divulgación, pero en modo de conversación. Así que yo flui con mi completo entusiasmo y convicción de que son las rocas más ‘cool’ del universo o, al menos, del sistema solar”, comenta la también investigadora de la Universidad Católica del Norte, quien se reconoce como una geóloga atípica por su amor por las rocas terrestres y extraterrestres.
Una motivación similar tuvo Cristina Dorador para llevar al papel su libro “Amor microbiano, cómo se moldean nuestros sentimientos en el mundo microscópico”.
“Lo que buscaba era dar a conocer el poco conocido mundo de los microorganismos desde una perspectiva amplia y que pudiese llegar a muchos públicos. En ese sentido, explico el amor -que es un tópico muy importante para todas las personas- desde la perspectiva microbiana. Me dedico hace dos décadas a la ecología microbiana que es el estudio de los microorganismos (bacterias, arqueas, hongos, virus) en el ambiente, en especial en entornos extremos. En este tiempo he podido participar y realizar variadas actividades de divulgación de la ciencia, donde he podido aprender y desarrollar distintas herramientas de comunicación. El libro es el resultado también de todos estos años de trabajo y estudio”, argumenta la ecóloga microbiana que es Investigadora Asociada del CATA.
¿Qué encontraremos?
Ambas publicaciones buscan dar un enfoque lúdico, cercano y ameno a las temáticas que abordan, con el fin de que el lector se vincule con ellas y despierte un interés mayor en la ciencia.
“Con respecto a lo que van a encontrar los lectores en el libro, son aspectos biográficos de cómo fui introduciéndome en la temática de los meteoritos, primero desde la astronomía y posteriormente desde la geología, intercalados con la historia de los meteoritos a nivel mundial. O sea, cómo pasaron estas rocas de ser consideradas como condensaciones de las nubes en algún momento u objetos celestiales que se les dio un carácter divino, a ser un objeto de estudio científico. También hay muchas anécdotas sabrosas acerca de lo que han generado en el tiempo, cuál ha sido su impacto en la gente y las buenas y malas prácticas en torno a ellos. Es un libro muy fácil de leer, muy entretenido. Creo que puede ser excelente, por ejemplo, para jóvenes que andan tratando de descubrir su vocación, sobre todo los que tengan intereses científicos, y también es ideal para un público general. Simplemente porque son historias muy interesantes con respecto a estas rocas que yo creo que a nadie dejan indiferente”, destaca la Investigadora Asociada del CATA.
Respecto de las expectativas que pueda generar su libro sobre microorganismos, Cristina Dorador invita a dejarse llevar. “Contiene los principales tópicos actuales de ecología microbiana vinculada al microbioma humano y ambiental. Lo que une los textos es el amor microbiano, un concepto que resume el vínculo invisible y microscópico con los microorganismos que es clave para comprender las relaciones humanas. Este es un tópico novedoso ya que, en general, hay pocos libros de divulgación de ecología microbiana en español que tengan, además, un relato local y global”, destaca la también Investigadora de la Universidad de Antofagasta.
¿Por qué hay que leerlo?
Sobre “Amor microbiano, cómo se moldean nuestros sentimientos en el mundo microscópico” Cristina Dorador enfatiza que es “para todos quienes son curiosos por naturaleza y les interese conocer más sobre la vida microbiana y sus intrincadas redes. Asimismo, intercala relatos y estilos literarios que pueden ser atractivos y sorprendentes. Es fundamental que el conocimiento científico esté disponible para todas las personas. Es nuestro deber como científicos generar puentes y redes para democratizar el conocimiento. Las personas aprenden de distintas maneras y un grueso de ellas lo hace leyendo, por eso espero que este texto sea una contribución e inspiración para muchas personas y jóvenes científicos también”.
Una visión que comparte Millarca. “Los chilenos nos estamos identificando más con la astronomía. Tenemos los cielos más limpios como para tener los ojos puestos en el Universo y hacer crecer el interés por ella. Hay que leerlo, porque marca de alguna forma algo icónico de nuestra tierra y de nuestra cultura. A lo mejor la gente todavía no se percata de que el desierto de Atacama es uno de los lugares con más meteoritos de la Tierra. Por lo tanto, los ojos de muchos buscadores de meteoritos de todo el mundo están puestos en Chile. Es un patrimonio natural que nos corresponde, porque cayeron acá, pero no están protegidos y, por lo tanto, se los están llevando para ser comercializados o estudiados en otros lugares, perdiendo así muchas posibilidades de aumentar la ciencia que podemos hacer con ellos. Además, en los materiales que lo conforman pueden venir moléculas orgánicas que pueden haber sido los ladrillos de construcción de la vida. O sea, tienen claves para entender el origen de la vida, no solamente en la Tierra, sino que también en otras partes del sistema solar”.
La Investigadora Asociada del CATA profundiza en esta reflexión que busca reforzar con su libro “Meteoritos, historias entre el cielo y el suelo”.
“Tenemos el Grupo de Meteoritos y Ciencias Planetarias de la Sociedad Geológica de Chile, para proteger, para preservar este material, para que se quede al menos una parte de cada meteorito en repositorios chilenos, como el que existe en este momento en Valdivia, en la Universidad Austral de Chile, que se llama Pelom Kura (Piedra Luz en mapudungun). Entonces, es para promover eso, que los chilenos sepamos de un patrimonio natural que es nuestro, que es importante de conocer y que podamos defenderlo”, concluye.